miércoles, 15 de marzo de 2017

No son pocos los que desde hace unos cuantos años se aferran al descrédito de la actividad cinegética como herramienta de supervivencia y modo de vida cómoda y confortable, ocultos tras un falso neoecologismo basado en sensacionalismos, “acciones” de dudosa legalidad y comentarios que no siempre cuentan con respaldo científico.
Por desgracia, es de ley apuntar también que, muchas veces, entre aquellos que se hacen llamar cazadores, existen algunos que les ponen el trabajo muy fácil a los primeros, con actitudes y comportamientos que carecen de toda justificación y que, per se, nos avergüenzan a todos e incluso ponen en peligro al colectivo. Lazos ilegales, cebos envenenados, captura de especies no autorizadas o en fechas no hábiles, son prácticas desgraciadamente aún presentes, que hacen mucho más daño al sector que los propios ecologistas de salón. No debemos olvidar tampoco a los irresponsables cazadores que provocan accidentes y muertes por disparar sin saber a qué, ni cómo, les da igual compañeros de cuadrilla que ciclistas, seteros o senderistas, en ningún caso podemos disculparlos ni justificarlos, sino todo lo contrario, apartarlos del entorno cinegético por el bien de todos.

Los cazadores debemos ser los primeros vigilantes de nuestro patrimonio, que no es otro que la propia caza y los hábitats donde se practica y, por ello, no podemos consentir en nuestros cotos o fincas actividades ni actitudes que pongan en peligro el nombre de la caza o faciliten el trabajo a aquellos que tratan de desacreditarla.
Por otro lado, es fundamental conocer las bondades y valores de la actividad para defenderla con criterio, sin caer en acciones sensacionalistas ni descalificativos que poco o nada van a ayudar y sólo conseguirán incrementar el descrédito entre una sociedad ávida de polémicas teledirigidas.No sólo nos referimos a aquellos valores como la hermandad, el compañerismo, la solidaridad y otros muchos que, desde pequeños, nuestros padres y abuelos han sabido inculcarnos con palabras, gestos y actitudes que nosotros también tenemos la responsabilidad de continuar transmitiendo a nuestros hijos.
Nos referimos también a la importancia de conocer otros aspectos esenciales que la comunidad científica ha estudiado y estudia sobre la actividad cinegética y que cuentan con el respaldo de datos objetivos, intenso trabajo de campo, estadísticas, análisis y discusiones y la aprobación de los propios investigadores que no siempre son cazadores. Trabajos todos ellos nacidos del esfuerzo y el tesón de muchos que, en silencio, pasan horas en el campo en defensa de la caza y la conservación. El problema es que casi nunca consiguen alcanzar la suficiente repercusión mediática y calar en la sociedad más urbanita, algo de vital importancia para que al menos aquellos que rechazan frontalmente la caza sólo por las “acciones” sensacionalistas de algunos, tengan otro punto de vista neutral y objetivo, que incluso pueda contrarrestar también la pasión contenida de muchos de nosotros.

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