No son pocos los que desde hace unos cuantos años se aferran al
descrédito de la actividad cinegética como herramienta de supervivencia y
modo de vida cómoda y confortable, ocultos tras un falso neoecologismo
basado en sensacionalismos, “acciones” de dudosa legalidad y comentarios
que no siempre cuentan con respaldo científico.
Por desgracia, es de ley apuntar también que, muchas veces, entre
aquellos que se hacen llamar cazadores, existen algunos que les ponen el
trabajo muy fácil a los primeros, con actitudes y comportamientos que
carecen de toda justificación y que, per se, nos avergüenzan a todos e
incluso ponen en peligro al colectivo. Lazos ilegales, cebos
envenenados, captura de especies no autorizadas o en fechas no hábiles,
son prácticas desgraciadamente aún presentes, que hacen mucho más daño
al sector que los propios ecologistas de salón. No debemos olvidar
tampoco a los irresponsables cazadores que provocan accidentes y muertes
por disparar sin saber a qué, ni cómo, les da igual compañeros de
cuadrilla que ciclistas, seteros o senderistas, en ningún caso podemos
disculparlos ni justificarlos, sino todo lo contrario, apartarlos del
entorno cinegético por el bien de todos.
Los cazadores debemos ser los primeros vigilantes de nuestro
patrimonio, que no es otro que la propia caza y los hábitats donde se
practica y, por ello, no podemos consentir en nuestros cotos o fincas
actividades ni actitudes que pongan en peligro el nombre de la caza o
faciliten el trabajo a aquellos que tratan de desacreditarla.
Por otro lado, es fundamental conocer las bondades y valores de la
actividad para defenderla con criterio, sin caer en acciones
sensacionalistas ni descalificativos que poco o nada van a ayudar y sólo
conseguirán incrementar el descrédito entre una sociedad ávida de
polémicas teledirigidas.No sólo nos referimos a aquellos valores como la hermandad, el
compañerismo, la solidaridad y otros muchos que, desde pequeños,
nuestros padres y abuelos han sabido inculcarnos con palabras, gestos y
actitudes que nosotros también tenemos la responsabilidad de continuar
transmitiendo a nuestros hijos.
Nos referimos también a la importancia de conocer otros aspectos
esenciales que la comunidad científica ha estudiado y estudia sobre la
actividad cinegética y que cuentan con el respaldo de datos objetivos,
intenso trabajo de campo, estadísticas, análisis y discusiones y la
aprobación de los propios investigadores que no siempre son cazadores.
Trabajos todos ellos nacidos del esfuerzo y el tesón de muchos que, en
silencio, pasan horas en el campo en defensa de la caza y la
conservación. El problema es que casi nunca consiguen alcanzar la
suficiente repercusión mediática y calar en la sociedad más urbanita,
algo de vital importancia para que al menos aquellos que rechazan
frontalmente la caza sólo por las “acciones” sensacionalistas de
algunos, tengan otro punto de vista neutral y objetivo, que incluso
pueda contrarrestar también la pasión contenida de muchos de nosotros.
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